dilluns, 2 de març del 2009

Un museo a la altura de las circunstancias.

Mis palabras de presentación al acto de diálogo intercultural «Tres religiones, tres mujeres, tres culturas», protagonizado por Sara Juchnowicz, Lucía Ramón y Cherifa Benhasine, y celebrado en el salón de actos del MuVIM el día 2 de marzo de 2009 dentro del ciclo El triomf de la raó del programa El MuVIM, els majors i...

El Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat es un buen ejemplo de que las cuestiones más polémicas y punzantes del mundo contemporáneo pueden encontrar acomodo entre los muros de los museos. Corrijo: entre los muros de algunos museos.
Quien haya visitado nuestra exposición permanente, L’aventura del pensament, o sea conocedor de nuestra programación de exposiciones monográficas, de actividades didácticas, de ciclos cinematográficos o de cursos, seminarios y jornadas, ya sabe que en el MuVIM se abordan determinados temas con independencia de lo «delicados» que puedan aparecer ante los ojos de la opinión pública. Y hoy, en el marco del programa El MuVIM, els majors i..., tenemos una magnífica muestra de ello.
En esta ocasión la «valentía» no es exclusiva de nuestro museo: este acto ―como el resto de los previstos hasta mediados de junio en torno a las personas mayores― es fruto del trabajo en común del MuVIM, de la Federació Valenciana d’Aules de Tercera Edat, de la Nau Gran del Servei d’Extensió Universitaria de la Universitat de València, y de la Cátedra de Eméritos de la Comunitat Valenciana. Cuatro instancias, pues, que queremos estar a la altura de las circunstancias. Que queremos contribuir a un desarrollo armónico de la sociedad, y que deseamos ver nuestra ciudadanía impregnada de valores ilustrados.
En el acto que ahora nos ocupa el tema elegido es la convivencia entre culturas, y al efecto hemos reunido a tres mujeres que ejercen una actitud respetuosa hacia los «otros», es decir, hacia aquellos que no se adscriben a la cultura religiosa en cuyo seno nacieron nuestras invitadas: Sara Juchnowicz es judía, Lucía Ramón es cristiana, y Cherifa Benhasine es musulmana. Y así, frente a la intolerancia, y frente a la falta de sensibilidad ante las diferencias que podemos observar en nuestras propias calles, tres mujeres nos demostrarán esta tarde que la guerra no es el estado necesario entre las civilizaciones. Y nos recordarán, a todas y a todos, que ninguna creencia o ausencia de la misma debería pagar un precio en sangre o en dolor por el hecho de poder ser ejercida.
Sara, Lucía y Cherifa llevan tiempo realizando este ejercicio pedagógico a favor del entendimiento entre los monoteísmos mediterráneos. Se trata de algo muy precioso y útil, más todavía en nuestro contexto actual: estamos inmersos en un proceso histórico espectacular, que implica el contacto entre imaginarios que, en muchas ocasiones, se han entendido como antagónicos. Y estas tres mujeres «predican», entre comillas lo digo, que la imbricación puede ser muy fructífera para todas las partes.
Pedagogía, pues, de la comprensión de la diferencia, de la valoración de aquellos que no figuraban en el guión encorsetado que nos habían escrito. Y el MuVIM como espacio, muy coherente, donde proclamarlo. Digo muy coherente porque, si alguna de las personas presentes consulta el catálogo del fondo fundacional de la Biblioteca del MuVIM, de este museu de les idees, encontrará que en el seno de dicho ámbito palpita el corazón de la «Biblioteca de la tolerancia, el respeto y el diálogo» que poblaba la cabeza del principal impulsor del museo, Manuel Tarancón: se trata de un conjunto de ejemplares ―en ediciones históricas― capaz de ser visto como un homenaje a las personas que, a caballo de los siglos XVII, XVIII y XIX, hicieron más por las afirmaciones de los derechos individuales y colectivos. Y quien hurgue entre estos papeles venerables, y bienintencionados, se encontrará con algunos de los libros clásicos que abogaron por el respecto entre los partícipes de las diferentes creencias religiosas: el Dictionnaire historique et critique de Pierre Bayle, el Traité sur la tolérance de Voltaire, Nathan der Weise (Natán el Sabio), de Lessing.
Voy a detenerme brevemente en esta última obra, Natán el Sabio, editada en su versión original alemana en 1779. Sobre su autor, Gotthold Ephraim Lessing, había caído la prohibición de publicar escritos con la forma del ensayo teórico porque dicho género, en manos de este pensador, se convertía en una proclama demasiado eficaz contra los tradicionalismos excluyentes. Así pues, y como inteligente respuesta ante la coacción y la censura, Lessing redactó una obra de teatro con mucho contenido ideológico, que le permitiría defender públicamente el ejercicio de la tolerancia religiosa.
La acción de Natán el Sabio transcurre en el Jerusalén de la Tercera Cruzada, y en ella el judío Natán, el sultán Saladino (retratado como ilustrado) y un caballero templario, acabarán por mostrarse ―entre muchas otras cosas y a través de una acción dramática más o menos al uso― como protagonistas de lo que hoy llamaríamos un sincero diálogo interconfesional. Sincero, pero además respetuoso: ninguno de los tres protagonistas pretenderá finalmente imponer su credo a los otros dos porque las diversas maneras de vivir el hecho religioso serán vistas como legítimas y, por ello, como destinadas a convivir en paz y en igualdad.
El fervor de Lessing por una causa tan noble encontró enemigos poderosos ya en su tiempo: la Iglesia prohibió las representaciones de Natán el Sabio, advertida de lo peligrosa que resultaba la obra para el mantenimiento de la supuesta «supremacía» de la fe considerada como única verdadera. Pasados los siglos la inquina contra Lessing recobraría bríos, y los nazis también prohibirían aquel alegato dieciochesco e ilustrado tan contrapuesto al espíritu, la letra y las actuaciones del antisemitismo hitleriano.
Lessing, pues, puede resultar incómodo a mucha gente. A todos los intolerantes que en el mundo han sido y son. A los fanáticos incapaces de reconocer la humanidad de los credos diferentes.
Pero el cristiano Lessing se encontraría reconfortado esta tarde. Él, que identificó a su Natán con el gran representante de la Ilustración judía Moses Mendelsshon, escucharía con mucho interés lo que tenga que decirnos ahora Sara, de linaje israelita asquenazí, nacida en la Argentina. Igualmente, Lessing estaría muy atento a lo que tenga que expresar Lucía, una teóloga valenciana que vive a Cristo contra nadie. Por último, Lessing seguiría también con suma atención lo que quiera exponernos Cherifa, que vio la luz en Túnez, en el Mediterráneo que sigue las enseñanzas del Profeta por antonomasia.
He de concluir: quien os dirige estas palabras no participa de ninguna fe, ni monoteísta ni politeísta, de aquellas que ―a lo que parece― ayudan a sobrellevar mejor la tremenda experiencia de la existencia humana. Pero, si bien no puedo engrosar el censo de confesión religiosa alguna, sí participo de una esperanza imperecedera en las personas que, con credo o sin credo, e inmersas en diferentes civilizaciones y culturas, pretenden construir una Humanidad más justa e ilustrada. Por ello he querido estar esta tarde sobre esta mesa y junto a estas tres mujeres (esforzadas y decididas); por ello he deseado presentar este acto en un museo, el MuVIM, donde se puede hablar y tratar de todo; y por ello realizo este ejercicio de sinceridad ante las mujeres y los hombres que hoy están dispuestos a escuchar para poder opinar con conocimiento de causa.
Como en tantas otras ocasiones, el museo donde trabajo, y las instituciones que con él colaboran, demuestran que están a la altura de los debates del siglo, y vuestra presencia aquí es la mejor recompensa a nuestras intenciones.
Muchas gracias.

2 comentaris:

Nemo ha dit...

Com va anar el debat en aquell acte? Imagine que degué resultar ben interessant. El teu text de presentació és, òbviament, molt bo. La menció a Lessing i el seu Nathan der Weise m'ha resultat especialment interesant.

Posant-me una miqueta crític, però, jo matisaria la frase aquesta que les religions (les fes) "ayudan a sobrellevar mejor la tremenda experiencia de la existencia humana". Per a algunes persones, en certs moments, en determinades circumstàncies, això pot ser així; no crec que siga així sempre i per a tothom, ni tan sols la majoria de les vegades per a la majoria de la gent.

Jo diria que davant això que tu molt bé defineixes com "la tremenda experiència de l'existència humana" és convenient tindre a la mà les regnes de la pròpia vida, en la mesura que això siga possible. I ben sovint les religions, amb els seus dogmes i preceptes, ens fan menys lúcids, més acrítics, més submisos: menys capaços de prendre les nostres pròpies decisions sobre la nostra pròpia existència.

Rafael Company i Mateo ha dit...

Moltes gràcies pel teu text, Nemo. És un tema ben interessant el que plantges: en escriure estava pensant en aquelles persones que van rebre formació religiosa i que, front els inesperats sotracs en l'entorn afectiu, s'agafen a les esperances que les religions poden proporcionar.
El debat va ser emocionant en grau màxim: la dona jueva introduí unes realitats ben desconegudes; la dona musulmana, amb mocador al cap i un cervell ben lliure, es va fer entendre molt bé; i la teòloga catòlica (i feminista) va fer declaracions insesperades per a bona part del públic. Jo, com a moderador i no creient, vaig arribar a dir que només estic contra els creients que -primer- es posen contra mi, i em pense que s'entengué tot molt bé...
Una experiència intensa, amb gent mirant-se als ulls en escoltar frases contundents i bellíssimes. I el bo de Lessing reivindicat davant 150 persones que miraven l'escenari amb respecte i enorme interés.
Una ben forta abraçada.